miércoles, 6 de octubre de 2010

La miseria moral.



La miseria moral.

La miseria moral y espiritual del delincuente, sea este menor o mayor de edad, hace permanecer incr�dulas a las personas frente a tanta barbarie y animalidad. Porque actos como el asesinato, el abuso y la tortura constante son actos que no caben en la cabeza de alguien normal, pero son realidades que aquellas peque�as fieras conocen desde su m�s tierna infancia. Si a esto sumamos una ignorancia tan abismal en su brutalidad; un coeficiente intelectual baj�simo o simplemente inexistente; y una alarmante y constante ingesta de diversas drogas, tenemos una mezcla inestable y altamente explosiva, lista para estallar y expandirse...

El verdadero resultado de todos estos afluentes infectos que desembocan en un ancho r�o de abyecta maldad y amoral perversi�n, es ese mar de repelente infra humanidad cuyas olas ya chocan contra nuestras costas. Es un mar de aguas negras e insondables, turbulentas y malolientes, que amenaza con inundar y ahogar a nuestro pa�s. Y los que se supone gobiernan nuestro pa�s, no hacen nada para impedirlo. Al contrario, lo alientan y protegen en la vana creencia de que conseguir�n domarlo y domesticarlo, e incluso transformarlo en un d�cil lago de humanidad verdadera.


�Y cu�nto se equivocan esos est�pidos progres � .Ese mar es indomable e irrecuperable. Sus olas y corrientes las componen legiones de aquellas fieras, cobardes y sanguinarias, que nos ense�an sus colmillos mugrientos en una especie de mueca burlona y desafiante...
A diario vemos esa mueca burlesca y diab�lica en sus rostros, cuando los noticiarios cubren sus arrestos. Los vemos desafiantes y agresivos, pululando tranquilamente en nuestras calles y barrios. Est�n y estar�n siempre omnipresentes por donde pasen las presas a las cuales atacar (Debido a su intr�nseca naturaleza criminal, al referirnos a ellos tenemos obligatoriamente que usar el lenguaje de la Zoolog�a.)
Y cuando nos referimos a sus v�ctimas potenciales como presas es porque podemos compararlos a jaur�as de hienas hambrientas que acechan al animal d�bil o enfermo, o al cachorro desprevenido, o la hembra parturienta. Los delincuentes semejan asquerosas garrapatas con vestigios de forma humana, listas para abalanzarse sobre otros seres vivos para succionar su sangre y su vida.
Defensores no le falta a esta bestial infra humanidad. Los sacerdotes humanistas, como ya no les queda mejilla que ofrecer, desean que nosotros pongamos las nuestras. O los astutos pol�ticos siempre buscando votos entre el lumpen, y este siempre fiel al protector que los ampara del castigo a sus fechor�as. O los empresarios y dirigentes deportivos inescrupulosos, necesitados de matones, de votos y de dinero recaudado como entrada a estadios, sin importar de donde viene; etc. etc. etc.


�Cu�ntas veces hemos escuchado a tarados e imb�ciles, con sospechoso derecho a aparecer frente a las c�maras de televisi�n, defender en�rgicamente a esas alima�as y enrostr�ndonos nuestra insensibilidad para con ellos?
�Cu�ntas veces hemos visto lacrimosos y amarillentos reportajes a aquellas bestias, que incluso creen tener derechos y los reclaman a la gente decente frente a las c�maras, en su jerigonza aberrante e ininteligible?
Es nuestro deber, como seres verdaderamente humanos, no dar nuestro brazo a torcer, no ofrecer nuestra mejilla, ni ser tolerantes ni piadosos. No, jam�s. Esa apestosa masa sin rostro, de delincuencia siempre creciente, no merece ni nuestra piedad ni nuestra tolerancia. Nuestra piedad y tolerancia puede ir hacia animales o plantas, pero jam�s hacia aquellas cosas...
Siempre atacan en jaur�as, en enjambres, en una proporci�n m�nima de tres a uno... Jam�s enfrentan solos a otro ser vivo. Siempre agreden por sorpresa, por la espalda y sobre seguro (Recuerden, jam�s le den la espalda a un lumpen delincuente sea mayor o menor de edad).
Sus v�ctimas predilectas siempre son los ni�os y las mujeres, siempre. A quienes, no contentos con robarlos y golpearlos, tambi�n los ultrajan sexualmente sin importar su sexo o su edad... Son verdaderas bestias, ansiosas de saciar sus m�s bajas pasiones, que son las �nicas que tienen. Sus otras v�ctimas son los ancianos, los distra�dos, el peat�n solitario o los borrachos. Pero en este caso siempre atacan en grupo, como bestias carro�eras; y con armas, porque son incapaces de pelear a mano limpia.


Son bestias peligrosas. Su instinto es incre�ble a la hora de detectar el miedo o la inseguridad en su posible v�ctima. Huelen, cual animales, el temor en sus contrincantes. Cuidado, jam�s bajen la mirada o demuestren miedo frente a ellos. Es como sacudir dinero frente a sus narices... Sus gestos son los del huidizo y cobarde carro�ero, nunca los del orgulloso y agresivo depredador. Su medio de comunicaci�n es una especie de lenguaje o vestigio de lenguaje casi incomprensible, mezcla de espa�ol descompuesto, balbuceo degenerado y jerigonza carcelaria.
Estos humanoides b�pedos no nos deben por ning�n motivo mover a la compasi�n. No son adolescentes incomprendidos o ni�os inadaptados como claman algunos maricas indulgentes. No somos todos culpables por su situaci�n, como c�nicamente lo propone el Circo Progre. Ni es gente a la que hay que dar otra oportunidad, porque pueden redimirse y rehabilitarse.


Autor casi an�nimo-
Agradezco a Daniel de Oscar Ara�jo
por habermelo hecho llegar.





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